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Dios está en los pucheros… Y en MasterChef: Entrevista con Fray Marcos García OP

MasterChef es, quizá, el show de competencias culinario más conocido del mundo, con decenas de ediciones en decenas de distintos países. España, no es la excepción, donde es el show culinario más conocido del país con ya 11 temporadas a sus anchas. 

Sin embargo, en una España donde el catolicismo rara vez se abre un espacio en los medios, y si lo hace es porque hay malas noticias, MasterChef parece un lugar extraño para un sacerdote, más aún para un fraile dominico. 

Fray Marcos García participó en la 11ma temporada de MasterChef España. Foto de cortesía.

Pero ese fue el caso de Fray Marcos García OP, un fraile dominico venezolano de 44 años que vive en España desde 2018, que se inscribió en un casting de MasterChef después de que le insistieran unos amigos, para donar parte del premio a las hermanas dominicas en Venezuela, país que sufre una crisis humanitaria sin precedentes desde 2014.

Fray Marcos nació en Mucuchíes, en el páramo venezolano, pero se crió en Caja Seca, a un par de horas de la calurosa Maracaibo, conocida por su devoción a la Virgen de Chiquinquirá y a Jesús de la Divina Misericordia. Y rápidamente se volvió una pequeña celebridad por su participación en MasterChef—donde siempre se mostró con su hábito dominico, blandía su rosario y repartía bendiciones por doquier. Además de cocinar muy, pero muy bien.

Pero detrás de la participación de Fray Marcos se esconde un afán evangelizador. Al comienzo, su participación causó escándalo entre otros competidores y espectadores. ¿Qué hace un cura en la televisión? ¿Por qué repartir tanta bendición? Pero Fray Marcos quería mostrar que el amor de Dios se puede reflejar en unas buenas arepas. 

Fray Marcos conversó con The Pillar en una entrevista en la que hablamos de la mentalidad de un misionero, en hacer apostolado en ambientes difíciles y encontrar a Dios en la cocina.

La entrevista se ha editado por motivos de claridad y extensión.

¿Se puede encontrar a Dios en las ollas y sartenes, parafraseando a Santa Teresa de Ávila?

A Dios lo podemos encontrar en cualquier detalle, si estamos muy atentos y tornamos nuestros sentidos hacia Él. Vos que sois maracucho: si te digo definime a Dios en un olor, creo que me vais a decir que en el olor de tu mamá cuando te abrazaba o cuando te cocinaba un pollito guisao o unas mandocas. A mí el olor que me transporta es cuando estoy limpiando mi habitación y tocan para avisar el almuerzo. Esa combinación de olor a limpio y a almuerzo me recuerda los sábados en mi casa, que la limpiábamos toda y mi nana nos hacía el almuerzo. En ese olor a familia, olor de hogar, ahí está Dios. 

Santa Teresa decía que en los pucheros está Dios. En las sartenes, las ollas, los guisos, podemos encontrar a Dios. En mi casa siempre se aparecía alguien de improvisto para comer y compartíamos el pan, ahí está Dios. 

Cuando me invitan a cocinar algunos amigos o alguna de las familias de los chicos de nuestra pastoral juvenil, yo ahí veo a Dios, porque es un Dios que se dona, que se entrega, y en la cocina, el cocinero de verdad está dando algo de sí, no simplemente preparando un plato. Das lo que eres.

Me acuerdo de las Dominicas en Venezuela en la peor parte de la crisis en el país que de una pechuga de pollo resolvían para que comieran 20 hermanas, la mayoría ancianas y cuatro o cinco empleados  y todo quedaba muy bueno, y hasta quedaba un poquito de sobra y ese es de los mejores arroz con pollo que me he comido, porque lo estaban haciendo con generosidad, estaban poniendo a Dios en esa olla.

Fray Marcos se volvió célebre por competir en su hábito dominico. Foto de cortesía.

También se consigue a Dios en un programa de cocina, cuando por tu forma de ser, por tu entrega, a pesar de los desprecios, las calumnias, o las dificultades, sigues adelante, sigues sonriendo, sigues siendo testigo de Jesús. Así los demás pueden ver y sentir a Dios allí. 

Todas las religiones buscan a Dios, pero en la nuestra, es Dios el que se empeña en buscarnos. Tanto se empeñó, que se hizo Hombre. Por eso, no es solo cuestión de buscar a Dios en todas las circunstancias, incluyendo la cocina, si no de dejarse encontrar por Él.

Dios nunca está quieto. Dios está hasta en los guisos.

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Se ha comentado mucho del apostolado que hizo en el show. Gente que buscaba para confesarse, hosts que va a casar o bautizarle a sus hijos, otros que está formando para su confirmación, camarógrafos que se van a bautizar.

De todo hay en la viña del Señor. Habían participantes con una visión de la Iglesia que les hacía rechazar todo lo que tenía que ver con ella porque siguen teniendo esa imagen de que la Iglesia fue muy cercana a Franco en España, entonces no quieren saber nada de ella. Pero luego hablando y respondiendo dudas, les fue cambiando la perspectiva.

Luego, hay productores, redactores y otros trabajadores que se te acercan a hacerte preguntas o a contarte cosas, que te dicen que su mujer se quiere casar por la Iglesia pero que ellos no son muy creyentes, o cualquier problema de su vida. 

Mira, yo no sé si es por la forma de ser que tenemos los venezolanos, que le sonreímos a todo el mundo, que hacemos un chiste de todo, que abrazamos a la gente, que muchas veces no hacía falta decir nada. 

Un abrazo, un estrechón de manos, escuchar al que quería hablar. A veces no hace falta hablar, a veces Dios lo que quiere es que escuchemos a la gente y así uno se va haciendo un huequito en el corazón de ellos. 

Al comienzo del show recibía muchas críticas, malas caras o palabras fuertes. Creo que el Señor permitió eso para que yo hiciera silencio y en ese silencio aprender a escuchar a las almas, y la gente se empezó a acercar. 

Me decían que querían volver a la Iglesia pero tuvieron tal o cual mala experiencia, o que me querían preguntar algo pero les daba vergüenza o tenían algo que necesitaban contarle a alguien y eso fue haciendo que Dios trabajase en este siervo inútil, como dice el Evangelio.

Uno de los jueces, Jordi Cruz, está comprometido y su prometida tiene 6 meses de embarazo. En mi último episodio me pidió que bautizara a su hijo por nacer y que oficie su matrimonio.

También a veces estaba en los pasillos rezando el Rosario y se me acercaba algún otro concursante o un productor para contarme algo y yo con mucha naturalidad les decía “mira, para que estés más tranquilo y tengas la seguridad de que no va a a salir de acá, ¿por qué no te confieso?” Y los confesaba y al final me decían “guau, no sabía que confesarse era así”, pensaban que era una experiencia difícil o traumática. 

Y yo les decía “bueno, si tu vas al psicólogo, él no va a estar por ahí diciendo lo que le contaste, los sacerdotes somos iguales”. A veces me cuentan unas cosas que dan ganas de salir corriendo, pero ya después uno sale del confesionario y se va a trabajar o celebra una Misa y se le olvida todo. 

Uno se lleva sorpresas. Uno de la competencia era un muchacho, Frank, brasileño, que es gay y tiene su pareja. Pero siempre fue muy respetuoso conmigo y me contó que es que fue educado por los franciscanos en las favelas en Brasil y reza con su breviario todas las mañanas y enseñó a su novio a rezar con él. Siempre me defendió cuando a veces otras personas me atacaban en el show.

También está Francesc, que fue mi compañero de cuarto durante la competencia, que en el show mostraron mucho que había sido un tipo muy mujeriego, pero nos hicimos grandes amigos y se quiere casar por la Iglesia con su novia y le di la catequesis para la confirmación a ella y ya se confirmó.

A Francesc le mostré la vida de San Agustín y le gustó mucho. Él veía que yo rezaba por las noches y al despertar en la mañana y un día me dijo “yo quiero volver [a la Iglesia], quiero que me enseñes a rezar”. Y empezamos a hablar más. Después hubo un fin de semana que fui al convento durante el show y al volver al set, traje rosarios para todo el mundo porque me habían pedido muchos.

También otro muchacho del show es un DJ que anda en esta onda del poliamor y es bisexual pero ha empezado a venir a misa por mi parroquia.

Fray Marcos con algunos de los participantes. Foto de cortesía.

Con el show me di cuenta de que debajo del hábito y debajo de los piercings o los tatuajes lo que hay es dos hijos de Dios que merecen respeto y amor. Claro, no es fácil, muchos están alejados de Dios y de la Iglesia o viven vidas muy difíciles, pero cuando te fías de quien te envía, no eres tú solamente quien está para ellos. También descubres tu propia miseria y llegas hasta ver, que en muchos aspecto, tú estás a veces más lejos de Dios que esa misma persona.

Se puede llevar a Dios en estos terrenos lejanos para la Iglesia. Nada es imposible para Él.

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Ya toda España y Latinoamérica conocen a Fray Marcos el chef, ¿pero de dónde salió el Fray?

Yo nací en un Mucuchíes, estado Mérida en el páramo, pero me crié en el sur del Lago de Maracaibo, en Caja Seca, que es una tierra ganadera, muy fértil. Decimos el chiste de que ahí uno estornuda y crece una mata de parchita. 

Nos mudamos porque muy pequeñito enfermé de tos ferina y a mi madre y le aconsejaron que se fuera a una zona más caliente y nos mudamos al sur del Lago con una tía abuela, que le trabajó casi toda la vida a un sacerdote de la zona y él prácticamente nos crió a mí y a mis hermanos. Después, a los 4 años empecé a estudiar con las dominicas de Santa Rosa de Lima, que habían sido fundadas en Mérida y tenían un colegio en Nueva Bolivia, que es cerca de Caja Seca. 

Ahí estudiamos mis hermanos y después todos mis sobrinos, mi mamá empezó a trabajar ahí y sigue desde hace 40 años como “todera”, es la portera del colegio, le maneja a las hermanas, les ayuda con la cocina, etc. Entonces, desde muy pequeño mi mamá me infundió la fe católica y desde que tengo memoria yo veía a las hermanas dominicas y decía “yo quisiera ser como ellas.”

Ahí ves lo importante del testimonio, de ser testigos alegres, gozosos del Espíritu, para poder ser pescadores de hombres. A veces no hace falta hacer tanta promoción vocacional adrede, con dar el ejemplo y el testimonio se llega lejos. 

Claro, yo así de pequeño no entendía eso de que habían dominicos, carmelitas, franciscanos, etc., yo todo lo que decía era que quería ser como ellas. Mis amigos se burlaban de mí cuando decía eso y me decían “ah, es que queréis usar el velo negro de ellas” (risas). 

En algún punto de mi infancia una de las hermanas me regala un libro que se llamaba “El Ideal Dominicano” del padre Agustín Turcotte OP. Y en la portada veo que tenía unos hombres usando el hábito dominico y le dije a la hermana “pero este es el hábito de ustedes” y me dijo que sí, que esos eran frailes dominicos y ellas eran hermanas y eso me emocionó.

Pero bueno, después como todo muchacho, en bachillerato me llamaba la atención una niña, pero cuando estábamos en cuarto año me dijo que iba a ser monja, entonces imagínate (risas), vi lo que me estaba diciendo Dios. 

Entré en 1995 en el convento de Santo Domingo en San Cristóbal allá en Venezuela, muy jovencito, poco antes de cumplir 17 años. Después me mandaron a Colombia a estudiar e hice mis primeros votos en 1997. 

Pero en el 2000, me enamoré totalmente del periodismo, era una obsesión. Y yo me veía con mi hábito trabajando en RCTV diciendo “reportando desde tal Fray Marcos García”. Una locura.

Obviamente cuando le dije al superior que qué le parecía si estudiaba periodismo al terminar filosofía, notó que había cierta inmadurez en mí. Entonces, me miró con mucha ternura, mucha compasión y me dijo “Fray Marcos, ¿qué edad tienes?” y yo le dije que 21. Entonces me dijo “mira, sal de la Orden, vive una vida normal, estudia lo que quieres estudiar, búscate una novia, rumbea y luego vemos.” Creo que vio [en mí] inmadurez o falta de discernimiento, entonces salí de la Orden.

Al día siguiente llego llorando a mi casa y le cuento a mi mamá y ella, tan dulce como siempre, lo que me dice es que para qué me salí si iba a después a estar llorando y que al día siguiente me pusiera a buscar una universidad para estudiar porque yo no iba a volver a la casa a vaguear (risas).

Me dieron trabajo como profesor de religión y de educación física en el colegio donde estudié y empecé a trabajar en una radio local por tres años mientras estudiaba comunicación en Mérida. Luego, hago mis pasantías y empiezo a trabajar en un canal de televisión local y hacía algunas narraciones de voz en off en RCTV, que era el canal más importante de Venezuela hasta que lo cerró Chávez.

Claro, ahí estaban los frailes pendientes de si volvía a la Orden, no había convivencia a la que no me invitaran y yo seguía fiel. No importaba si yo rumbeaba toda la noche, si me había comprometido a tocar en el coro el domingo, allí estaba.

Mi sueño era trabajar en CNN o Univisión y quedé en un casting de Univisión, pero el problema era que tenía que saber inglés y la verdad que mi inglés es malo, puedo hablar 5 minutos y ya no se decir más nada (risas) y además tenía que estar graduado, y yo no había terminado la carrera. 

En ese mismo tiempo, yo estaba saliendo con una muchacha, pero un día ella me dijo “mira, cada vez que venimos a que las monjas, a ti te brillan los ojos. Yo sé que vas a ser sacerdote, entonces no me hago más ilusiones contigo.” A finales del 2007, mi tía abuela murió en un accidente y yo empecé a soñar que volvía a la Orden, que ella estaba conmigo feliz y yo vistiendo el hábito. Entonces, volví.

Terminé la licenciatura en filosofía, volví a Colombia, haciendo la licenciatura en teología por tres años  y cuando me iba a devolver, me propusieron irme a Medellín a sacar el bachillerato en Teología y dar clases en el departamento de comunicación de la Universidad Santo Tomás de Aquino. 

Se suponía que iba por seis meses que se fueron extendiendo hasta dos años, yo me hice el Willy Mays como decimos en Venezuela hasta que el Superior en Venezuela me dice que les hacían falta frailes y me nombró director de un colegio, pero ahí me enfermé muchísimo por una hernia lumbar que ya ni me dejaba caminar. 

Estamos hablando de 2017 en Venezuela, cuando no se conseguía ni papel higiénico, era muy difícil todo. A mí me daba pena con la comunidad que tuvieran que estarme cuidando entonces pedí un año para irme a Bogotá a recuperarme un poco, y ahí trabajé con NTN24, otro medio de comunicación. 

Ya al recuperarme me piden que venga a España a trabajar en la pastoral vocacional porque no hay muchos frailes jóvenes. Pero, bueno, hay terrenos muy áridos que Dios está preparando poco a poco para sembrarlos.

Yo no quería ser sacerdote, solo fraile y me terminé ordenando en plena pandemia, sin mi madre y sin las hermanas dominicas de Venezuela. Pero los caminos de Dios no son los nuestros. Yo veía en oración que Dios me decía “mira, te dejé hacer las cosas a tu manera muchos años. Ahora toca hacerlas a mi manera”. Lo que pasa es que a la manera de Dios es como más duele. 

Pero cuando haces lo que Dios quiere, te entra una paz inexplicable, en medio del llanto de mi madre, de mi familia y de las hermanas, yo decía “mira, hagamos silencio porque Dios sabe a quien le pide lo que pide, si nos está pidiendo esto es porque podemos”. 

Nuestra Madre no tenía un manual. El Ángel no se le apareció con un libro y le dijo “vas a quedar embarazada y en la página 12 ahí puedes leer que dice que Él se va a perder en el templo y te va a decir algo que no vas a entender, pero ahí lo explica. Después en la página 35 vas a ver lo que le tienes que decir en las bodas de Caná”. No, no fue así. Yo me imagino que la Virgen iba sintiendo interiormente pequeñas certezas, la brisa de Dios, incluso a los pies de la Cruz. Seguía ahí, aunque no entendiera todo.

MasterChef fue una tremendura mía más. Yo si meto a los frailes en problemas (risas), pero yo le dije a Dios que si se va a valer de eso para llamar a algún joven, yo me presto. Un fraile me dijo que esto era pura “monería” mía para sentirme protagonista y yo le dije “padre, mis 5 minutos de protagonismo pasaron, ¿usted cree que para mí es fácil sobreexponerme en esta España, como está todo con la Iglesia?” No es nada agradable. 

Te montas en el metro y hay gente que te está mirando mal porque te reconocen y saben que eres sacerdote y no les gusta. Yo preferiría pasar desapercibido, pero quiero que la gente conozca al mensaje, no al mensajero. 

Quiero que conozcan a Cristo y conozcan el Evangelio, no a mí. Tú y yo somos el burrito de carga del Señor. Por eso he rezado mucho porque el Señor me dé humildad, para ser su instrumento, para tener la sencillez de reconocer que no soy el protagonista.

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¿Cómo llegó al show?

Yo cocinaba mucho en casa de unos amigos maracuchos que viven a media hora de Madrid y me insistían mucho en que participara. En una reunión hice unas arepas de reina pepiada y un arroz con pollo al vino blanco y una de las que estaba es periodista y tiene una niña de 11 años que va a los campamentos de MasterChef acá en España y me dijo “Padre, usted tiene que ir a MasterChef” y al día siguiente tenía un correo de la producción de MasterChef pidiéndome las fotos de tres platos que hubiera hecho y una mía. Les envío las fotos de la comida y una mía con gorrito de cocinero, no les había dicho que era fraile ni sacerdote. 

Unos días después estaba en el gimnasio y me dicen que les había gustado el perfil, entonces querían que les dijera a qué me dedicaba. Recuerdo que le dije al muchacho que me ayuda con el entrenamiento por lo de las hernias lumbares que les enviaría una foto en hábito y les diría que soy cura, que seguro así los espantaba porque iban a pensar que es aburrido y además les dije que tengo este problema de las hernias y una cirugía programada pronto. 

Pero eso fue peor (risas) me llamaron, me vinieron a visitar y ahí les dije que yo iba al casting con una condición: que los jueces no supieran que yo era sacerdote, porque ya había visto que creó el efecto contrario. Si me escogen, que sea por cómo cocino, no porque soy cura. 

En el casting hice unas mollejas de pollo en coco con arepas de plátano amarillo y cuando presento el plato le digo al juez: “mirá, yo te voy a hacer viajar a mi tierra. Yo soy del sur del Lago de Maracaibo, la zona petrolera, ganadera del país. Cuando probéis esto vais a sentir que la brisa del Lago de Maracaibo te llega a la cara.” Además, le puse al pollo unos ajíes dulces que me regaló una amiga maracucha y eso le da un toque distintivo, una explosión de sabor. 

El juez, que al comienzo estaba bien circunspecto, terminó sonriendo y me dijo “nos hiciste viajar” y luego llega Jordi, el que ahora voy a casar y bautizarle al hijo, y me pregunta como se llama el plato. Yo quedé sin palabras, pero el Espíritu Santo no nos abandona y se me ocurrió: el nombre es ¡qué molleja de bueno! (Nota del autor: “qué molleja” es una expresión propia de la región donde se crió Fray Marcos que tiene un uso amplio, pero normalmente denota sorpresa).

Ahí me llamaron para el segundo casting e hice una lubina a la plancha con una cama de vegetales. Ahí boté la casa por la ventana, porque aunque nos dieron media hora, lo que me faltó fue hacerles un jugo de guayaba (risas), hice ensalada, una crema de acelgas en caldo de corvina, e hice la lubina. 

Luego, otro casting, en el que hice un plato que le llamé “pollo a la visita” porque tú sabes cuando uno es chamo tu mamá siempre te dice “estos platos son para cuando venga visita”, “ese pollo lo tengo guardado para cuando venga visita” y así, e hice justo la receta que hacía mi mamá para la visita, que era un pollo con crema de maíz dulce. 

Ahí ya me dieron el delantal blanco de concursante del programa. Volví a la comunidad, hice mi maletica y duré dos meses y tanto grabando. La comunidad me ha apoyado mucho, el Superior me dio su bendición desde el comienzo. 

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Me comentó del anticlericalismo en España. En el show a mucha gente no le gustaba que usted hablara tanto de Dios o que se mostrara tan fiel a lo que enseña la Iglesia. En redes sociales también habían muchos comentarios sobre qué hacía un cura en la televisión, que por qué tanta bendición, que ya España no estaba en el franquismo, etc.

¿No es difícil ser testigo del Evangelio y hablar de Dios en un ambiente que a veces es tan anticatólico?

Es difícil y mucho más difícil si no confías en que eres un mensajero. A través de la oración sentí ese respaldo de quien me envió. Yo nunca me sentí atemorizado o avergonzado de usar mi hábito ni de bendecir ni hablar de Dios.

Yo siempre tuve mi conciencia tranquila, siento que acogí a cada uno de los que quiso acercarse con respeto. Uno de los concursantes era Álex, un muchacho de 19 años y una vez que otro concursante fue un poco falta de respeto, se acercaba a ofrecerme su apoyo, a decirme “pater, lo siento mucho” o “pater, lo quiero” o a darme un abrazo. 

Un muchacho de 20 años no nació ni cerca del franquismo, Franco murió hace 50 años. Y no es cuestión de ser de derecha o izquierda, si no de ser realista. La Iglesia fue usada por el franquismo y miembros de la jerarquía eclesíastica también cometieron y apoyaron abusos durante el franquismo. Eso es innegable. Pero siempre hubo gente que hizo las cosas bien, que no miraba color ni ideología. 

Entonces yo les decía “mira más allá de lo que te contaron, no te dejes contaminar por lo que te cuentan. Permítete vivir esa experiencia de Dios, date la oportunidad.” 

Es difícil, pero, de nuevo, es más difícil si no tienes la conciencia de que eres testigo y das testimonio de algo que vives con entrega, con pasión. Ahí se vuelve más llevadero porque sientes el respaldo de Jesús, que te envía y te dice “No temas. Yo estoy contigo, yo te sostengo.” Yo sentía que el Señor me sostenía. 

Había momentos díficiles, de frustración, de dudar si quería seguir en el programa, o impotencia y llegaba llorando a la habitación, pero de una vez sentía al Señor sosteniéndome, diciéndome “yo estoy contigo”. No es que se abra el cielo y escuches una voz diciendo “este es mi hijo amado” (risas), no, no. 

Fray Marcos con Francesc, quien fue su compañero de habitación durante la competencia, y ahora oficiará su boda. Foto de cortesía.

Pero Dios se hizo presente a través de varios de mis compañeros. Una directora bajó al estudio un día que la cosa se había puesto difícil, que había gente faltando el respeto y dijo “el pater tiene un propósito acá, yo no soy la más religiosa ni la más católica, pero exijo respeto al padre porque no está haciendo nada malo. Al que se ofenda por su hábito y porque habla de Dios, se puede ir para otro lugar”.

Dios estaba ahí. Lo que pasa es que muchas veces creemos en Dios, pero no nos preguntamos si le creemos. A Dios hay que creerle que no nos abandona. 

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Antes la Iglesia fundaba iglesias, seminarios, colegios, entre otras instituciones y naturalmente la gente venía cuando había una cultura y una tradición más católica.

Ahora hay que ir a ellos, tener una Iglesia "en salida" como dice el Papa Francisco. ¿ue ese uno de sus objetivos?

Haciendo un poco de autocrítica con la Iglesia en España, creo que hay un poco de timidez heredada del posfranquismo, de que como parte de la Iglesia fue cercana a Franco, ahora hay que callar. Hace falta más desenfado, más desenvolvimiento, estar más con la gente. 

Los dominicos los fundó un español en el sur de Francia, Santo Domingo de Guzmán, en el siglo XIII y han hecho mucho por la Iglesia y la sociedad, fundando universidades, abogando por los derechos humanos, teniendo una tradición intelectual y espiritual tan maravillosa, pero ahora estamos como escondidos o apagados en la sociedad. Entonces vale la pena que haya alguien dándola a conocer de nuevo. Ya la semilla quedó allí, ahora toca esperar con paciencia, como hacen los agricultores, a que brote y dé frutos. 

Los sacerdotes tenemos que salir de nuestra zona de confort y predicar en otros terrenos donde Dios es el Gran Mendigo, donde es desconocido. Y no lo hacemos por mérito propio, si no porque Él nos lo pide. 

Una Iglesia en salida es una Iglesia que sale a buscar las almas, que es lo que decía Santo Domingo de Guzmán: la primera razón por la que nos unimos para estudiar, contemplar y predicar en comunidad es para salvar las almas. 

Jesucristo en el Evangelio es inquieto. No es un CEO que manda a los demás y delega su trabajo. No, no. Si leemos el Evangelio vemos a Jesucristo moviéndose, yendo de pueblo en pueblo, predicando sin cesar. Y eso es una misión de todos, no solo de los sacerdotes. Creerle a Dios que nos está enviando y nos da la fuerza para ser fieles a esa misión.

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